Había llegado de lo que fue el primer día del segundo trabajo que tendré durante el mes de Diciembre. Después del largo viaje de retorno a mi casa nuevamente me puse a pensar en muchas cosas, pero en fin (a la próxima me aseguraré de cargar el iPod y llevar un libro para evitar pensar demasiado durante estos largos periodos de viaje a la pega). Al llegar a mi casa lo primero que hice fue sacarme los zapatos, puesto que había estado casi todo el día de pie y me dolían mucho, me fui a la cama y me tire por un rato, digamos unos 10 o 15 minutos, sin dormir nada eso sí, solo echado y mirando el desastre que tenía en mi pieza la cual estaba llena de papeles y cartones producto de la maqueta que había hecho el pasado Domingo.
Luego baje con dirección a la cocina a prepararme algo de comer y me encuentro con mi hermano (que había terminado de ordenar el living) que estaba haciendo lo mismo que hace cada vez que termina de ordenar la casa; sentarse en el Berger y escuchar su música. En ese momento mi hermano estaba escuchando una canción muy linda, compuesta por John William para la banda sonora de la película “Sabrina” llamada “The Party Sequence” la cual dura 10 minutos y básicamente es una canción compuesta por otras 4 canciones. (When Joanna Loved Me, The Shadow Of Your Smile, Call Me Irresponsible y Stella By Starlight).
En fin, cuando estaba revisando si había algo para comer, me di cuenta que no me habían dejado nada del almuerzo de la tarde, por lo que debía esperar a mi madre que se encontraba en el supermercado. Para ese entonces, solo había pan, así que comencé a prepararme un pan con mantequilla. Fue en ese momento que comenzó a sonar la cuarta parte de la canción “The party Sequence” (con mi hermano aun sentado en el living). Y hubo un momento en que con la rabia de que no me hayan dejado comida, lo agitado y extraño de la tarde y lo pensativo del viaje de regreso. En ese momento con el pan en la mano y el cuchillo en la otra, la canción comenzó a cautivarme. Llegue a un punto en que no quería irme de ahí y seguir escuchándola. Por lo que me acomodé, me apoyé en el borde del mueble de la cocina y comencé a untar lentamente la mantequilla sobre el pan. Mientras más lento lo pasaba, más tiempo duraría la canción y más tiempo hubiese estado en esa atmósfera noble y sublime. Fue un momento muy tranquilizante.
Fue en ese entonces que sentí que mi hermano se ponía de pie y venia en dirección a la cocina. Para ese entonces ya tenía los panes listos, por lo que, cuando él llegó a la cocina hice como si recién lo hubiese terminado. Me mira pero no me dice nada, yo lo miro pero tampoco le digo nada (es que ambos somos muy quisquillosos musicalmente, nos cuesta admitir que hay canciones de él que me gustan y viceversa) luego de que termino la canción, mi hermano apago el equipo y yo me fui a mi dormitorio. Mas tarde, cuando decidí ir a dormir, puse el soundtrack completo como canción de cuna.
Luego baje con dirección a la cocina a prepararme algo de comer y me encuentro con mi hermano (que había terminado de ordenar el living) que estaba haciendo lo mismo que hace cada vez que termina de ordenar la casa; sentarse en el Berger y escuchar su música. En ese momento mi hermano estaba escuchando una canción muy linda, compuesta por John William para la banda sonora de la película “Sabrina” llamada “The Party Sequence” la cual dura 10 minutos y básicamente es una canción compuesta por otras 4 canciones. (When Joanna Loved Me, The Shadow Of Your Smile, Call Me Irresponsible y Stella By Starlight).
En fin, cuando estaba revisando si había algo para comer, me di cuenta que no me habían dejado nada del almuerzo de la tarde, por lo que debía esperar a mi madre que se encontraba en el supermercado. Para ese entonces, solo había pan, así que comencé a prepararme un pan con mantequilla. Fue en ese momento que comenzó a sonar la cuarta parte de la canción “The party Sequence” (con mi hermano aun sentado en el living). Y hubo un momento en que con la rabia de que no me hayan dejado comida, lo agitado y extraño de la tarde y lo pensativo del viaje de regreso. En ese momento con el pan en la mano y el cuchillo en la otra, la canción comenzó a cautivarme. Llegue a un punto en que no quería irme de ahí y seguir escuchándola. Por lo que me acomodé, me apoyé en el borde del mueble de la cocina y comencé a untar lentamente la mantequilla sobre el pan. Mientras más lento lo pasaba, más tiempo duraría la canción y más tiempo hubiese estado en esa atmósfera noble y sublime. Fue un momento muy tranquilizante.
Fue en ese entonces que sentí que mi hermano se ponía de pie y venia en dirección a la cocina. Para ese entonces ya tenía los panes listos, por lo que, cuando él llegó a la cocina hice como si recién lo hubiese terminado. Me mira pero no me dice nada, yo lo miro pero tampoco le digo nada (es que ambos somos muy quisquillosos musicalmente, nos cuesta admitir que hay canciones de él que me gustan y viceversa) luego de que termino la canción, mi hermano apago el equipo y yo me fui a mi dormitorio. Mas tarde, cuando decidí ir a dormir, puse el soundtrack completo como canción de cuna.
Me gustó.
ResponderEliminarSiempre nos cuesta asumir, siempre.
y es que la música es una de las mejores herramientas para conectarse con la vida, y más aún, con uno mismo.
ahí el pan con mantequilla fue perfecto.