martes

La fiesta sin fondo

Durante el transcurso de una fiesta realizada en mi casa, se dio comienzo a un pequeño pleito entre dos personas; involucrando a uno de mis mejores amigos y un conocido con el cual me llevo bien. En fin, el asunto es que mientras se ejecutaba tal conflicto, a medida que las palabras se convertían en gestos corporales y luego en empujones y golpes desequilibrados, de los cuales tuve que ejercer como intermediario.

Fue entonces cuando uno de ellos (el conocido) dijo algo que tanto yo como todos los que estábamos ahí nos impactó de alguna forma, más aun por el hecho que implicaba a un tercero que se encontraba ahí mismo en la fiesta. Fue en ese momento que la disputa llegó a un nivel en que tenía que ser liquidada, por lo que se llevaron a cada uno de los implicados a diferentes partes de la casa; tomé a mi mejor amigo y me lo llevé al patio trasero donde habían dos sillas, charlamos un rato aunque gran parte me la pasé solamente escuchando, ya que lo que él necesitaba era aliviarse. Cuando llegó el resto de mis amigos a verlo, me levante de mi silla y entré a la casa para saber que sucedía con el otro chico. Fue entonces cuando lo vi en completo estado de ebriedad y que apenas podía pararse, sollozando y lamentándose por aquellas palabras que había dicho (no por el hecho de haberlas dicho en ese momento en la fiesta, sino que estaba lamentando el no habérselas dicho a la persona indicada, en el momento indicado probablemente hace un par de años atrás). Además considerando todas las circunstancias de todo lo que el “conocido” hizo y dijo, la gran mayoría (por no decir todos) estaban algo irritados con él. Por lo que se fue a sentarse afuera en la fría baldosa del patio frontal de mi casa.

Fue en ese momento, cuando lo vi ahí, sentado, solo, llorando y un fulminante disparo de recuerdos y situaciones estremeció mi cabeza y una especie de enternecimiento terminó por arropar mis pensamientos. Por un instante, supe por lo que realmente estaba pasando aquel chico y vi que no había nadie a su alrededor, ni siquiera para hacerle compañía. Porque estaba tan pendiente de la situación de mi mejor amigo que no me puse a pensar que aquella persona estaba también dolida y para sorpresa mía supe que probablemente era la única persona que apoyaba (o más bien comprendía a la perfección) su postura.

Así que me acerqué y me senté junto a él. Le pregunte si quería estar solo y no me respondió. Pero al minuto después comenzó a lanzar palabras mientras lloraba. Y mientras escuchaba parte de su declaración de regocijo no pude evitar mirarlo y decirme a mi mismo -Roberto, te está pasando exactamente lo mismo que a él en este momento. También me recordó a mí hace unos 3 o 4 años atrás y resulta que a pesar del tiempo que ha pasado, la sensación es tan fresca y familiar incluso cuando la veo proyectada en otra persona. Como si esas caídas nunca fuesen disímiles para nadie y es inevitable pensar en lo doloroso, trágico y miserable que podemos ser frente a la compasión y la desesperación por ser sentidos.

Luego comencé a hacer lo que la mayoría de los amigos hacen; aconsejar. Y entre tanto consejo e ideas para aminorar el dolor me di un minuto de pausa y pensé en lo fácil y sencillo de aconsejar y de cómo nos cuesta (perdón, me cuesta) aplicarlo en nuestras propias interrogantes. Por suerte mis palabras eran de una elocuencia y calma que yo nunca había considerado. Además del hecho de que esa noche no había tomado nada así que al menos estaba realmente consciente de lo que decía a diferencia de él, que estaba completamente borracho pero espero al menos que algunas de mis palabras se le haya grabado en su mente.

Y rápidamente comprendí, mi mente dejo de divagar y dejé de ver mi reflejo en aquel sujeto y logre verme solamente a mí. Logre ver y asimilar mi problema y por lo que he estado pasando durante estas semanas, y ahí estábamos; Dos sujetos completamente diferentes sentados con las cabezas tan bajas que podíamos casi besar el suelo, sumergido a causa del mismo mal. Luego de eso, lo llevamos (junto a un amigo) a mi pieza para que se acostara y durmiera algo ya que eran las 6:30 de la madrugada y yo también quería dormir y descansar de todo esto.

Resulta que hay un cierto punto en que llegas a lo profundo de tus sentimientos, te topas con ese fondo y te das cuenta que aun hay más por descubrir y destrozar. Realmente es un pozo sin fondo. Y aparentemente nadie es capaz de responder también por cuantas veces las personas deberán pasar por estas situaciones. Probablemente el ser humano es capaz de soportar un cierto límite de desilusiones y luego pasar a una subsistencia desalentadora y pesimista. Sé que percibo y comprendo la vivencia de esta existencia errante. Pero lo siento de forma tan familiar y cotidiana que no es tan viable salir de ahí, al menos en estos momentos.




2 comentarios:

  1. wn que impresionante es facilidad con la que salieron esos consejos y extraña la forma de darte cuenta que todos tenemos nuestras respuestas en nuestro interior pero tenemos que darnos el tiempo para escucharnos a nosotros mismos.

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  2. Había escrito algo y se borró, así que este es un intento.

    Aquel ejercicio de verse reflejado en otro es imposible no realizarlo, es imposible no sentir que todos pasamos por lo mismo, que pisamos las mismas calles y que besamos a las mismas personas. Es casi imposible no detenerse en una esquina y cruzar la calle lento, como no querer morir. Todos lo hacemos, todos nos vemos pero el hecho mismo nos lleva a algo más profundo, a conocernos.
    Yo a veces siento y digo que me conozco completamente, que sé mis debilidades y fortalezas, sé como voy a reaccionar en distintos momentos, sé y me conozco con cada respiro que doy, no obstante fallo al hacerlo. Es fácil decirlo, es fácil llegar un día y provocarse e intentar cruzar límites que nunca creíste cruzar, sólo para ver la reacción (que claramente ya conoces), pero frente a lo inesperado, a lo desdibujado, a esos momentos donde todo parece salido de un sueño, nadie tiene reacción con conocimiento (o al menos eso creo). El verse reflejado en otro es como sentir que todo lo que creías conocer se vuelve oscuro y borroso, se tiñe de un color extraño, casi intocable, casi indescifrable que es necesario decodificar, y ahí es cuando uno llega a agradecer al otro simplemente porque te dejo ver más allá; su problema se vuelve tu problema, no como algo nuevo, sino como algo oculto que no querías encontrar. Y es como cuando tu mano empieza a temblar de repente y dices que son sólo nervios, y luego comienza a tiritar el ojo y dices que son ansias, y finalmente es todo, o casi todo el cuerpo, y dices que desconoces la causa, y es ahí, cuando algo necesita salir, cuando sabes que uno no puede más, que necesita escapar pero no lo hace; el reflejo te ayuda, un papel en blanco te ayuda, el medio a llenarlo te ayuda.
    Son distintos ejercicios que sabemos llegan a lo mismo, a desocultar la ausencia, o la falta, o todas las ganas, o quizás esas ansias, o el miedo, o el no poder soñar más, o, insisto, el miedo.

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