“Cuando llegaron al otro extremo de la sala, Linda ya había muerto.
El salvaje John permaneció un momento en un silencio helado, después cayó de hinojos junto a la cama y, cubriéndose la cara con las manos, sollozó irreprimiblemente.
La enfermera permanecía de pie, indecisa, mirando, ora la figura arrodillada junto a la cama (¡escandalosa exhibición!), ora a los mellizos (¡pobrecillos!) que habían cesado en su juego y miraban boquiabiertos y con los ojos desorbitados aquella escena repugnante que tenía lugar en torno a la cama número 20. ¿Debía hablar a aquel hombre? ¿Debía intentar inculcarle el sentido de la decencia? ¿Debía recordarle dónde se encontraba y el daño que podía causar a aquellos pobres niños? ¡Destruir su condicionamiento ante la muerte con aquella explosión asquerosa de dolor, como si la muerte fuese algo horrible, como si alguien pudiera llegar a importar tanto! Ello podía inculcar a aquellos chiquillos ideas desastrosas sobre la muerte, podía trastornarles e inducirles a reaccionar en forma enteramente errónea, horriblemente antisocial.
La enfermera, avanzando un paso, tocó a John en el hombro.
-¿No puede reportarse? –le dijo en voz baja airada.
Pero, mirando a su alrededor, vio que media docena de mellizos se habían levantado ya y se acercaban a ellos. La enfermera salió apresuradamente al paso de sus alumnos en peligro.
-Vamos, ¿quién quiere una barrita de chocolate? –preguntó en voz alta y alegre.
-¡Yo! – gritó a coro todo el grupo Bokanovsky.
La cama número 20 había sido olvidada.”
El salvaje John permaneció un momento en un silencio helado, después cayó de hinojos junto a la cama y, cubriéndose la cara con las manos, sollozó irreprimiblemente.
La enfermera permanecía de pie, indecisa, mirando, ora la figura arrodillada junto a la cama (¡escandalosa exhibición!), ora a los mellizos (¡pobrecillos!) que habían cesado en su juego y miraban boquiabiertos y con los ojos desorbitados aquella escena repugnante que tenía lugar en torno a la cama número 20. ¿Debía hablar a aquel hombre? ¿Debía intentar inculcarle el sentido de la decencia? ¿Debía recordarle dónde se encontraba y el daño que podía causar a aquellos pobres niños? ¡Destruir su condicionamiento ante la muerte con aquella explosión asquerosa de dolor, como si la muerte fuese algo horrible, como si alguien pudiera llegar a importar tanto! Ello podía inculcar a aquellos chiquillos ideas desastrosas sobre la muerte, podía trastornarles e inducirles a reaccionar en forma enteramente errónea, horriblemente antisocial.
La enfermera, avanzando un paso, tocó a John en el hombro.
-¿No puede reportarse? –le dijo en voz baja airada.
Pero, mirando a su alrededor, vio que media docena de mellizos se habían levantado ya y se acercaban a ellos. La enfermera salió apresuradamente al paso de sus alumnos en peligro.
-Vamos, ¿quién quiere una barrita de chocolate? –preguntó en voz alta y alegre.
-¡Yo! – gritó a coro todo el grupo Bokanovsky.
La cama número 20 había sido olvidada.”
interesante extracto elegiste... y lo que más me llama la atención es que, muchas veces sin hacerlo explicito, existe siempre un temor a la muerte en nuestra sociedad, una visión como si fuese casi algo no-natural, un quiebre forzado, una condena...
ResponderEliminarHuxley (L)!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarwoooo
pd: oye, ánimo en tu semana =) !!!
Aún no he leído ese libro. Supondré que te gustó si dejaste un extracto acá :)
ResponderEliminarFuerte el tema de la muerte. Pero en lo personal, a veces siento que no es tan terrible. Te acordai de que te comenté lo de los suicidos?, en un momento salió el tema en clases. Y no sé, me acordé de una canción que me agrada de Lamb:
"If I should die this very moment
I wouldn't fear
For I've never known completeness
Like being here"...
Etecé etecé.
Qué chori el mensaje de los regalos de navidad. Tienes razón!